viernes, 19 de septiembre de 2014

Crítica: El corredor del laberinto, de Wes Ball


Adaptar sagas juveniles a la gran pantalla suele dar buenos resultados, y 'El corredor del laberinto no iba a ser menos' iba a quedarse sólo en las estanterías de miles de adolescentes. Wes Ball adapta con más o menos gracia el comienzo de esta saga que ya tiene confirmada su continuación, 'Las pruebas'.



Un futuro distópico, un adolescente en apariencia normal que acaba destacando y liderando, una mega corporación que está detrás de todo el cotarro, un adolescente malvado archienemigo del protagonista, un poco de romance adolescente y un personaje que despierta el afecto del protagonista. ¿'Los juegos del hambre'? Podría ser, pero no. En este caso a lo que los personajes tienen que enfrentarse es a un terrorífico laberinto que cambia cada día y queda sellado por la noche convirtiéndose en una trampa mortal. 'El corredor del laberinto tiene, principalmente, dos problemas: según va pasando la película y vamos sabiendo más, menos nos interesa. El segundo y más grave es el laberinto: inquietante al principio, con cada incursión se vuelve más aburrido. En ningún momento se siente miedo, ya que desde que aparece al comienzo de la película sabes que el protagonista no va a recibir grandes daños, y los corredores -personajes con capacidades físicas sobresalientes que se dedican a explorar y trazar un mapa del laberinto- nos dan relativamente igual. Por muy comprometida que sea la situación nunca se siente una tensión. Ni siquiera te preguntas si el protagonista saldrá con vida, sino cómo se librará del lío en el que está metido. Fallos menores son, por ejemplo, que los dilemas morales están muy diluidos y eso provoca cierta indiferencia, o que casi todos los personajes son demasiado planos o están mal aprovechados. A pesar de todo la película es entretenida, y pasaremos un rato ameno viéndola. Un punto a su favor es que no se han empeñado en estirar la historia innecesariamente y vendernos una película de dos horas y media.


Wes Ball hace un buen trabajo de planificación cuando los personajes no están metidos en el laberinto. Una vez dentro, durante las escenas de acción, todo se vuelve demasiado confuso. El movimiento de la cámara nos impide distinguir gran cosa, y aunque esto podría beneficiar a la narración al ser exagerado puede hacer que el público se pierda y no sepa si está viendo una pierna, un bicho con treinta y cinco patas o a Katniss Everdeen con su arco. La dirección de actores es correcta, lo normal para una película de estas características. Tenemos a los típicos actores guapos que más o menos saben lo que hacen, la típica actriz con cara de Kristen Stewart que bien podría ser un jarrón y un par de adultos que ni pinchan ni cortan. La actuación más destacable es, obviamente, la del Thomas, el protagonista, interpretado por Dylan O'Brien. 


En definitiva, si eres fan de las películas distópicas en las que unos adolescentes lo pasan mal ésta es tu película. Si quieres pasar un rato sin pensar demasiado, también lo es.

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